jueves, 10 de diciembre de 2009

El tobogán de diciembre: memoria de Cromañón

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Diciembre solía ser una cúspide. Una ascensión hacia la época festiva del año. El espíritu de encuentro, de regocijo, de reciprocidad, de confraternidad de las fiestas de diciembre transciende el significado religioso y el calendario que les dieron origen, y se derrama sobre toda la sociedad argentina, más allá de credos y culturas. Chicos y jóvenes disfrutan el fin de las cargas escolares. Muchos preparan las vacaciones. Todos hacemos en nuestras urgencias cotidianas un paréntesis que nos da tiempo para mirar hacia lo esencial, lo más noble, de nuestra condición humana ―y, como tal, divina.

Pero desde hace un lustro diciembre se ha convertido en un tobogán. Una pendiente que se precipita hacia la atroz certeza de lo que sucedió entonces y no tiene remedio. Cinco años atrás, el destino de los chicos que fueron a Cromañón se deslizó también por un declive cruel. La diferencia es que ellos no sabían lo que venía. Creían que estaban escalando. Iban a congregarse en la cumbre, con la alegría y el ánimo exaltado de la celebración. Fueron sorprendidos por la emboscada perversa que una colección de miserias humanas les tendió: la codicia, el desprecio por el prójimo y por su vida, la corrupción, el contubernio, la negligencia, la ignorancia, la ineptitud. A las que se agregaron, a lo largo de los cinco años que siguieron, la indiferencia, la cobardía, la complicidad, la traición.

En cambio ahora, en el presente, quienes fueron alcanzados por la tragedia (deberíamos ser todos, ¿no?) sí saben lo que viene a través de diciembre, hasta la noche del 30: el descenso hacia el abismo, hacia el momento en que la memoria del dolor (o el dolor de la memoria) se manifiesta es su más desgarradora intensidad. Ese instante que encontrará una vez más a familiares, sobrevivientes, amigos y adherentes reunidos en el homenaje silencioso pero determinado junto al santuario de Plaza Once. La justicia por Cromañón aún no ha llegado.
La foto es de Daniel Pessah y fue tomada de La Nación.
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miércoles, 2 de diciembre de 2009

Alkimia funk (27.11.2009)


Encontré un motivo de consuelo para los nostalgiosos fans de Willie Crook and the Funky Torinos: existe Reiband, que el viernes 27 abrió la Cool Funky Night de Kimia. Funkearon de lo lindo en torno al groove encrespado del bajo de Nicolás Grillo y la batería de Nico Ortega, un tiempista notable que da intensidad y ubicación exactas a cada golpe, y también a las síncopas. En "Spirit", tema con el que arrancaron, Grillo compartió lucimiento con los vientos de Kidory (trompeta) y Juan Iraeta (saxo). Luego sobresalió especialmente en la urgencia (y en el solo final) de "Enjoy the funk", y sostuvo con mucha solidez el groove en "Waiting" (que se destaca también por su vibrante leit motiv). En "Like a devil", junto a la trompeta, ganaron protagonismo los teclados de Mariano Gall, lo mismo que lo habían hecho antes en "Lonely heart", allí en función rítmica. El frontman Leo Ortega, cantante, violero y autor de música y letra de los temas de la banda (casi todos en inglés), transformó la figura tranquila y reflexiva que es abajo del escenario y lució encendido y jugado en la vocalización. Por momentos, su viola electroacústica se arrimó a los teclados: ambos zigzaguearon juntos entre el ritmo y pintaron atmósferas de bella sensibilidad. Con "Heroína" llegaron las presentaciones, y los instrumentistas se turnaron para demostrar sus destrezas. Al ser presentado por Kidory, Leo provocó al público ("¿están listos para mí?"), y a continuación la banda explotó en el segmento final del tema de Sumo.
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La segunda banda de la noche fue Suprafónicos. Desde el mismo comienzo de su actuación, el magnetismo del vocalista y frontman Felipe Herrera capturó a la audiencia: carisma, una voz que por timbre, caudal y limpieza cabalga nítidamente sobre los instrumentos. Dice con convicción las letras (en castellano), entona con musicalidad, y domina las modulaciones del soul. A todo eso Felipe agrega una buena dinámica corporal en el estilo hiperactivo y descuidado del hip hop, que si en Kimia no lució a full quizás fue por la falta de espacio en el escenario. La banda forma con Nano Novello en teclados, Alan Ballan en bajo, Peter Akselrad en guitarra y Luis Burgio en batería. Empezaron con aire a un Prince hip-hopero, se volvieron más latinos en "Enciéndelo" (¿o debería escribir "Enciendeló"?), viraron hacia el soul blanco de los 90 en "En el aire". Violas puntillistas con wah-wah, flanger, afiatados coros de soporte, teclados que crearon ambientes cohesivos o fueron bien picaditos al ritmo, y sobre todo eso: mucho ritmo, ritmo sobresaltado, ritmo sincopado, ritmo danzante. Ingredientes de un funk argentino que conquistó a la audiencia.

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Cerró Pocketeers con su repertorio internacional de funk, disco, rock, pop. Hernán Albetoni, Carolina Rubiales y Valeria Nicali, el trío vocal de la banda, se plantaron al pie del escenario con mics inalámbricos y evolucionaron frente al público y entre el público. Por más que el despliegue posicional mareara un poco, no confundió a las voces, que sonaron plenas y perfectamente ensambladas o alternadas. Los Poketeers cubrieron "The power of love" (Celine Dion), "Superstition" (Wonder), "Long train Running" (Doobie Bros), "Born to be wild" (Bonfire, aquel hito de Stepenwolf), "Love rears its ugly head" (Living Colour), "Easy" (Faith no more) "I touch myself" y "Like a virgin" (Steinberg-Kelly), "Hot Stuff" y "Bad Girls" (Donna Summer), y "You shook me all night long" (AC/DC). Arriba, Mauro Miguez ocupó el centro de la escena y su bajo se hizo el eje del torrente musical que derramaron los Pocketeers. El batero Krlos Stefanizzi fue un motor que puso en juego recursos de distintos subgéneros musicales... hasta redobles y metrallas punkies. La viola de Pablo Valla mostró solvencia en la diversidad de estilos y funciones que demanda el repertorio de la banda. Los teclados reforzaron el despliegue orquestal. Finalizaron con "Tri-funk". La proximidad de los músicos y su calidad permitieron superar la difícil acústica del lugar y completar un show de alto impacto, para disfrutar.

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Enlaces relacionados: website, myspace y facebook de Reiband; website, myspace y facebook de Suprafonicos; website, myspace y facebook de Pocketeers.

lunes, 30 de noviembre de 2009

Nunca taxi en Libario (22.11.2009)


La banda formada por Agustín Cosovschi, Esteban Salonia, Gustavo Váter y Sebastián Briganti mostró en el escenario de Libario bar una bifurcación más que interesante en la definición de su sonido. En nuevas creaciones, y en versiones al día de algunos temas de su primer EP "A las flores", prevalece ahora una base rítmica funky, en la que el bajo de Váter toma un rol protagónico en tanto el vivaz trabajo de bombo y redo de Briganti le pone urgencia al beat. Superpuesto, el rasguido constante y nirvanoso de las guitarras completa un original sonido de conjunto. Cuando abandonan la rítmica, la viola de Esteban se ocupa mayormente de los solos y la de Agustín de los riffs y los fraseos. En esta atmósfera, la primera voz de Agustín se vuelve más enfática y narra con convicción.

En Libario, los Nunca taxi, que por entonces habían clasificado a la semifinal del concurso Bandas al Aire de Estudio Urbano, insinuaron que en el presente de la banda conviven dos vertientes de su identidad sonora: esta funky de los nuevos temas o las nuevas versiones, y la del mencionado EP, que es la que hasta ahora han venido difundiendo. En el material de estudio, Nunca taxi deja traslucir influencias más notorias de Spinetta y los Beatles. Aunque, por cierto, circunscribir el parentesco a esos dos nombres sería desconocer que el mapa genético de estos nuevos artistas tiene rastros de un amplio abanico de predecesores insignes. Allí la voz de Agustín se luce en modulaciones que evocan al propio Flaco, a Vox Dei, a Arco Iris, y se combina con la de Esteban en logrados ensambles vocales.


Agustín sostiene: "En realidad, nuestra música combina varias vertientes: Los Beatles, Spinetta, el rock indie al estilo de Franz Ferdinand, The Strokes y todas las influencias del post-punk. Y hay dos temas más funk que yo sin embargo ubicarìa más en las raíces de Soda Stereo: Vuelto Pájaro, porque me parece medio popero, y La Mesa Verde, porque lo compuse a los 17 años y en esa época escuchaba mucho Soda." En el costado Beatle, Agustín menciona a Pequeño Percance (tiene aires al álbum The Magical Mistery Tour, y Esteban lo cantó a lo McCartney en Libario), Mi Perro Sebastián (festiva aunque levemente nostálgica), y Perfume. Entre las spinetteanas, a A las flores (que así suena en el EP, con un solo de guitarra jazzeada de Esteban, pero en Libario fue una de las encabezó la revuelta funk), Rito Inicial, y Jazmín. Y entre las indie rock-post punk, a Falta poco y Lucy (la más rocking y uno de los platos fuertes en los shows de la banda).

Asimismo reconoce las mutaciones. "No nos propusimos reversionar nada pero al mismo tiempo estamos reversionando todo. Empezamos a tocar con más funk y yo aproveché mi Fender Telecaster nueva para cambiar mi sonido y tocar siempre con ganancia media. Así que ahora me centro en dos sonidos: uno con distorsión de ganancia media, y uno limpio que uso más puntualmente. En parte por eso los temas se rockean más. Buscamos un timbre un poco del rock indie inglés, acercarnos más al timbre del post-punk y el new wave. Para eso Váter usa púa en muchos temas y yo aprovecho el sonido más latoso de la Telecaster nueva".

La mesa verde y Lucy componen el single que los chicos están grabando actualmente, en el que quedarán registradas las nuevas tendencias estéticas de la banda. Pronto se lo podrá escuchar en su página de myspace.


Enlaces relacionados: myspace, facebook y un video de Nunca taxi.

martes, 10 de noviembre de 2009

Los Chevy Rockets en ND/Ateneo


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El 15 de octubre de 2009 los Chevy Rockets tocaron a sala llena en el ND/Ateneo. Sabía de antemano que iba a disfrutar desde el primer minuto al último del show, y así fue.


Al Vasco Bariain lo veo ubicado en una cúspide, y en esa cúspide está solo. Repaso y no encuentro, entre los intérpretes en español, otra voz del rock y el blues que lo equipare. Y de los anglo, se compara con los mejores. El Vasco pone su bagaje técnico 100% al servicio de la comunicación emotiva: como espectador, uno casi no repara en la técnica, la disfruta pero se deja llevar por el torrente emocional. De yapa y por sorpresa, en los bises hicieron "A Little Help from my Friends", en la versión supersoul de Joe Cocker. Excepcionales aquí en el contracanto las voces invitadas del Rusito Diego Beiserman, con un registro agudo de gran belleza, y de Mariana Sosa, una mezzo con impecables recursos de R&B.

Los Chevy están bien alto, a nivel internacional. Ni qué hablar de Juan Pillado, un tipo que demuele la bata sin que se le note el esfuerzo, y que conforma una base rítmica a la vez poderosa y danzante con la perfección sin fisuras del bajo de Gabriel Gómez (junto al Vasco y Pillado, los tres históricos de la banda). Los Chevy siempre fueron unos músicos fantásticos, y los que se fueron incorporando a lo largo del tiempo entraron en el mismo nivel superlativo: la viola virtuosa de Jorge Blanco, los teclados multiexpresivos de Walter Galeazzi, la armónica un toque más jazz-contemporánea que blusera del debutante Leandro Rao, otro instrumentista eximio.

Lucieron también los músicos d soporte. Sol Pillado en percusión y los metales de Lucía De Luca (saxo), Jesús Silva (trombón) y Miguel Sinagra (trompeta) dieron densidad al mosaico sonoro y amplitud orquestal a la banda. Es que en ND/Ateneo los Chevy pusieron sobre el escenario un show con mayúsculas, a la altura de lo que vemos en los DVDs de las bandas internacionales.

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Claro, por momentos se extrañó el ambiente rutero de los viejos tiempos, la cerveza derramada en el piso, las visitas a los entrañables enclaves subterráneos. Pero no hay duda que los Chevy crecen y crecen cada día más, y los cambios que vienen a consecuencia de ese crecimiento están bien porque igual se mantiene intacta la esencia del ritual. Para certificarlo, ahí estuvieron los viejos y los nuevos temas (entre estos últimos, una sensible composición de Jorge Blanco dedicada a las víctimas de Cromañón). Estuvieron como invitados varios músicos que formaron parte de la banda en etapas anteriores: Mario "el Tano” Pugliese con su viola sapiente, Javier Amoretti, el antecesor de Blanco, el tecladista Federico Sellés. No faltó el vino en bota por más que las butacas del Ateneo temblaran por miedo a ligar salpicaduras. La fiesta y la emoción de siempre… mi corazón sigue siendo de los Chevy.

Una palabra aparte para la producción de Pulpo Negro, de gran calidad. La cámara con brazo-robot que recorrió el frente del escenario (como en la peli de Scorsese y los Stones) augura que el DVD del show va a estar fantástico. Buenas bandas precedieron a los Chevy: Stuka-racuda, Secuaz y Consumo. Quizá su estilos resultaron demasiado variados; la elección pudo haber seguido un concepto de mayor unicidad.

En lo que resta del año, los Chevy anuncian shows en Quilmes y Ramos Mejía. En enero de 2010 entrarán a grabar su quinto CD.

Enlaces relacionados: Sitio oficial de los Chevy RocketsFacebook Chevy Rockets; “Buena Estrella”; “With A Little Help From My Friends”; “No pibe”; “El Ritual” (Advertencia: los videos subidos a YouTube fueron captados por aficionados)

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lunes, 9 de noviembre de 2009

Jóvenes y rock / Young people and rock

Autor/Author: Toto Imperatore /// — Suena obvio decir que juventud y rock "van de la mano los dos". Hoy, sin embargo, generaciones que ya rozan la tercera edad proyectan al presente su pasado roquero, y suben al escenario artistas de rock sexagenarios. En este punto, resulta interesante explorar aquella relación. /// Youth and rock go together –sorry if it sounds obvious. Today, however, aged generations still bring to present their past of rockers, and rock stars in their sixties jump onto stage. At this point, it may be worth re-exploring the relationship between youth and rock. English version not yet available.


En “Las ideas del rock: Genealogía de la música rebelde” (Homo Sapiens Ediciones, 2007), Sergio Pujol afirma que, a poco de irrumpir el rock and roll en el escenario de la música popular, “salta a la vista que aquello está protagonizado por jóvenes que cantan y tocan para jóvenes”. Postula luego que “el rock es emblema de juventud”, “es el primer género de música popular [. . .] en afirmar el «ser joven» en oposición al mundo de los adultos”.

Como se ve, Pujol habla primero de “rock and roll” y luego extiende al “rock” a secas el alcance de sus enunciados (en el mismo sentido en que, a lo largo de los años, viró el significado de esta palabra). La expresión “rock” es más genérica, más abarcante de las muchas formas que ha adoptado este macrogénero musical y esta corriente cultural cuya modalidad fundacional, sí, fue el rock’n’roll de los años 50: el “rocanrol”.

Hoy, el nombre “rocanrol” se utiliza para identificar, dentro del rock, a un subgénero cercano a la forma originaria de los 50. Una música nacida de la primera mezcla entre el blues y el country (principalmente el rockabilly), que acentúa un ritmo vivaz y pendular atravesado por ciertos cortes y “loops” característicos, festivo (aunque las respectivas letras no necesariamente lo sean), nítidamente bailable.

En la Argentina, en particular, la expresión “rocanrol” suele emplearse para invocar cierto purismo roquero que alude en primer lugar a cuestiones de entorno socio-cultural y de actitud: el barrio, la barra –o sea la pandilla–, la calle, la identificación con sectores sociales de medios a bajos, el rechazo a la sofisticación, la formación musical no académica, la producción “a pulmón” e independiente del mercado. Sólo en segundo lugar –y con menor exactitud– se refiere a las definiciones musicales propiamente dichas. Así, por caso, el CD que presentaban los Callejeros en el local República Cromañón, en el recital fatídico del 31 de diciembre de 2004, se titula “Rocanroles sin destino”, aunque en un sentido riguroso casi ninguna de las composiciones que integran el álbum es un rock’n’roll.

Como Pujol, elijo aquí aludir al “rock” y no al “rocanrol”. También al hablar de “la juventud” y “los jóvenes” me referiré a ellos en forma genérica. Generalización supone simplificación, reducción a estereotipos. Pero es la única forma que tengo a mano para analizar la relación entre jóvenes y rock y llegar a conclusiones de validez razonablemente universal… por más que en Argentina haya que verlas aumentadas y distorsionadas a través de la lente de nuestro propio cuadro de descomposición social.

La anterior mención a Cromañón no es antojadiza. Es que la mayor parte de este texto proviene, con ajustes menores, de un ensayo que escribí cuando en agosto de 2007 fui invitado a participar (como espectador, se entiende) en el 4º encuentro del ciclo “Pensar Cromañón”. El evento tuvo lugar el 14 de ese mes, bajo el lema "Cromañón, juventud y rocanrol". Si bien nadie esperaba una contribución de mi parte, y no se había previsto canal alguno para que intentara realizar un aporte intelectual a lo que expusieron los conferencistas, no pude evitar reflexionar sobre el tema y poner mis ideas por escrito con la esperanza de darlas a conocer, por mi cuenta, alguna vez. Dicho sea de paso, las disertaciones de aquel ciclo han sido compiladas en el libro “Pensar Cromañón. Reflexiones a la orilla de la muerte joven: rock, política y derechos humanos”, cuya lectura considero altamente recomendable.

El rock nació como música joven, y en la medida en que sea lo segundo seguirá siendo lo primero. Eso que Pujol llama “simbiosis entre juventud y rock”, y más adelante “la marca etaria” del rock, es el motor de la permanente renovación de este último. Mick Jagger o Charly García siguen siendo jóvenes a los ojos de los jóvenes porque han renovado su público. Los rockeros maduros se visten y actúan como jóvenes; el sorprendente “estado de conservación” de los cuerpos (no así de los rostros) de algunos de ellos, su intensidad escénica, los califican para encarnar el ideal de “eterna juventud”. Pero existen otros atributos característicos de la juventud que el rock refleja, que debe reflejar si quiere seguir siendo rock.

La juventud es la etapa de la vida en que más débil es la sujeción del individuo a los paradigmas imperantes en la sociedad. El niño adhiere sin conocerlos ni entenderlos, por apego a sus padres. El adulto es el portador de los paradigmas sociales predominantes, es el vehículo mediante el cual éstos se materializan. Es el engranaje de la maquinaria. El anciano es apenas un rehén de los adultos.

El joven, en cambio, descree de los paradigmas sociales. Los contempla como algo ajeno. Es que su propia inserción social es incipiente. Su pasaje de la familia, y la escuela, a la sociedad no se ha completado, está aún en negociación. La negociación es despareja, y amenaza con desembocar en el sometimiento del individuo. En definitiva, el joven no está claramente contenido ni en un lado ni en el otro.

Por lo tanto, lo socialmente consagrado (valores o ausencia de ellos, usos y costumbres, jerarquías sociales, representaciones culturales, dogmas, tabúes) no es aceptado por los jóvenes sin cuestionamiento. Se arrogan el derecho a repensar íntegramente el mundo en el que vivirán en el futuro, un mundo que ya no albergará a los adultos de hoy. Todo puede ser revisado, y adoptarlo o rechazarlo es su propia elección.

El rock expresa esa irreverencia y esa libertad. Tiene méritos para hacerlo. Nació como viento de renovación cultural que arremetió contra prejuicios raciales, tabúes sexuales y paranoia política. Más tarde se plantó frente a la amenaza nuclear, la guerra fría y las calientes, el hambre en África, el avasallamiento de los derechos humanos, la destrucción del ecosistema. Se rebela cíclicamente ante la sociedad de consumo y el mercado, se deja domesticar por éste a cambio del acceso a públicos juveniles cada vez más vastos, es absorbido, se rebela de nuevo y de nuevo es domesticado y absorbido. Es cierto que hay bastante de trampa en este juego, pero ése es otro tema, y muy largo. En el proceso, el rock también provoca cambios. Y todo parece indicar que no se rinde.

Tampoco los jóvenes claudican fácilmente. Los jóvenes tienen ideales. El rock les ofrece “su ética de inconformismo y búsqueda humana –de afecto, de justicia, de libertad, de comunión” (la cita es del prólogo de mi libro “Corazón abierto las 24 horas – Cancionero para música popular 2000-2005”, Editorial de los Cuatro Vientos, 2007). Cuando comparan sus ideales con realidades mezquinas, los jóvenes se indignan y se rebelan. El rock se ofrece como manifestación de esa ira. No por casualidad, “iracundo” fue uno de los adjetivos con que se calificó, en la lengua hispana, a los primeros rockeros. Los Iracundos fue una banda precursora del pop-rock argentino.

Por imperio de su metabolismo ascendente, los jóvenes son audaces. Apasionados. El rock les brinda su desparpajo, su vehemencia. Los jóvenes son impacientes, porque su escala de tiempo es más corta, y por lo tanto más comprimida que la de los adultos. La impaciencia los hace voluntaristas, impulsivos. El rock les presta su urgencia, su reclamo.

Por impericia, por ausencia de malicia y por honestidad intelectual, la juventud llama a las cosas por su nombre. El rock les devuelve su lenguaje coloquial, sus referencias a lo cotidiano, sus imágenes descarnadas y provocadoras.

Los jóvenes, todavía cachorros, juegan. El rock les facilita su utilería lúdica. La juventud es optimista y esperanzada, porque su lista de frustraciones no es larga, y porque la vitalidad propia de su edad les hace pensar que cualquier vicisitud será superada más adelante. El rock pone a disposición de ellos su ánimo festivo.

Libertad, juego, audacia, pasión, ideales, ¿no son acaso los ingredientes de la creatividad? Inquietudes, sensibilidad, también. Los jóvenes son creativos. El rock, en sus formas básicas, es sencillo: permite la creatividad sin excesivos requisitos previos. Además de eso, ejerce una irresistible fuerza de atracción sobre formas musicales de mayor sofisticación, con las que genera un amplio abanico de fusiones. El rock ofrece a la creatividad de los jóvenes vastos territorios experimentales.

La juventud es la edad en que las energías sexuales alcanzan su apogeo. El erotismo se descontrola. El rock le ofrece la plataforma expresiva de su potente sexualidad, de su corporalidad sin ataduras.

Los jóvenes son gregarios. Se refugian en la seguridad de la manada. Forman agrupamientos de iguales que se cohesionan mediante la adopción de códigos de identidad. La música, el rock en particular, ha demostrado ser un aglutinador poderoso. Se amalgama fácilmente con otros argumentos nucleadores: el territorio (el barrio, el colegio, el boliche), el fútbol, y demás preferencias, “ondas” y estilos. Es notorio que en Argentina el origen barrial es un elemento de prestigio roquero. Ha tomado mayor fuerza en años recientes, en particular para ciertas posturas estéticas. Da prestigio ante todos los barrios, y no sólo en el propio. En el rock internacional, es más bien la ciudad de origen el dato identificatorio.

Los jóvenes son altruistas, porque son fieles a sus sentimientos. Su fidelidad es asimismo una forma de oposición al mundo adulto, al que intuyen minado de componendas y traiciones. Pueden expandir su espíritu gregario más allá de la “manada chica” a la que pertenecen y proyectarlo al conjunto social. Ya no son niños hiper-demandantes, han aprendido el valor de compartir y de renunciar, y en esta valoración involucran a su idealismo. El rock les propone planos de comunicación que aparentan ser trascendentes, y –como ya vimos– aquella identificación a veces altisonante con grandes causas.

Es notable que, si bien su controversia con la sociedad es acerca de la defensa de la individualidad (libertad, elección, identidad), el joven esté dispuesto a renunciar a sus apetitos individuales o a parte de ellos para subordinarlos a fines colectivos más amplios y, a sus ojos, más elevados. La condición es que esa subordinación sea una elección propia y no una imposición, y que el colectivo al que se integra siga reconociéndolo como persona. Al mismo tiempo, aquí hay una brecha por la que se filtran, enmascaradas, formas de manipulación de los jóvenes.

Los jóvenes son solidarios. Tienen menos prejuicios que los adultos, porque buscan su propia identidad, y por lo tanto les resulta más fácil verse reflejados en cualquier semejante –para hacer más complejo el fenómeno, la tecnología permite que esta exploración en pos de la identidad tenga hoy alcance planetario. Los jóvenes no tienen reparo en encontrar puntos de contacto con los marginados de la sociedad. Ellos mismos son, a su modo, marginados. Cualquiera sea su posición económica, los jóvenes son “pobres relativos” en la línea de tiempo de las generaciones. Los más, son también pobres en términos absolutos.

El rock es un ámbito de igualación en el que las divisiones sociales cuentan poco, desde donde parece posible enfrentar a las inequidades de la sociedad. En este último sentido, el rock parece ofrecer a los jóvenes, a pesar de su enorme diversidad, una cultura mucho más homogeneizadora que otras manifestaciones musicales que atraen importantes contingentes juveniles pero están segmentadas socialmente, como la música electrónica o la tropical.

Al decir esto último advierto que soslayo un debate de gigantesca vastedad: ¿es el rock un producto de la sociedad industrial, y como tal el último exponente de la cultura de la modernidad? ¿No es justificable, entonces, dudar sobre su futuro?… Pero por otra parte, ¿es que la sociedad, y con ella los jóvenes, han pasado en bloque a la posmodernidad? Dejémoslo para más adelante… ¿por favor?

domingo, 8 de noviembre de 2009

"Kursk": Comentario.

Reproducdo de "Corazón abierto las 24 horas – Cancionero para música popular 2000-2005", de Roberto Imperatore, Editorial de los Cuatro Vientos, 2007.
El 12 de agosto de 2000, el submarino nuclear Kursk participaba en maniobras de entrenamiento de la flota rusa del Báltico cuando, por causas que nunca fueron públicamente esclarecidas, naufragó en el Mar de Barents. Se sabe apenas que hubo una seguidilla de explosiones y la nave se fue a pique hasta depositarse, a cien metros de profundidad, sobre el lecho marino plantado de residuos nucleares de las centrales atómicas rusas."

"El accidente provocó la muerte inmediata de noventa y cinco tripulantes. Los veintitrés sobrevivientes se dirigieron hacia la popa y se encerraron en el compartimiento nueve, donde permanecieron a oscuras. A medida que el agua helada del Báltico se abría camino en el interior de la nave, aumentaba la presión en la campana de aire en la que respiraban los hombres. Cerca de ellos, algo del incendio provocado por las explosiones todavía ardía, y les sustituía el oxígeno vital por monóxido de carbono."

"Aunque se trataba de militares preparados para la guerra, de antemano dispuestos a infligir al enemigo padecimientos similares a los que ellos estaban sufriendo por accidente, el drama de esos hombres atrapados que esperaban la muerte en el fondo del mar era conmovedoramente humano. Quizás más humano todavía por el conflicto moral implícito."

"Probablemente, la agonía duró sólo unas pocas horas... una eternidad para ellos, pero apenas un suspiro para la inoperancia de quienes debían proveerles rescate desde la superficie. Un par de meses más tarde, conmocionó al mundo el hallazgo de notas escritas por los tripulantes durante el encierro. De ellas se divulgaron sólo fragmentos. La del lugarteniente de la nave concluye con una frase breve pero enorme en su significado: 'Escribo en la oscuridad'."

Este texto de Roberto Imperatore prologa su poesía "Kursk", incluida en el cancionero "Corazón abierto...". Es una letra concebida para heavy metal progresivo, y aún no fue musicalizada. A continuación, un fragmento.

Kursk, por Roberto Imperatore (Fragmento)

Quizás arriba, amor, aún tengas esperanzas
y sobre tu cabeza brille el sol.
Yo aquí calculo cómo se acaba el tiempo
contando los latidos de mi corazón.
Tu nombre, el del niño, el de mamá ...
... escribo en la oscuridad.


Estribillo
No hay sitio hacia dónde huir
no hay adónde regresar.
Escribo en la oscuridad.



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"Nena así es la vida": Reportaje de SSL

Reportaje a Roberto Imperatore, autor de "Corazón abierto las 24 horas – Cancionero para música popular 2000-2005", Editorial de los Cuatro Vientos, 2007.

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SLL (Soltá La Lengua): “Nena así es la vida” da nombre al CD que la banda Blow Up editó en el 2008, pero en tu cancionero está fechada en 1999. Contame cómo nació...
Roberto: Bueno, en e1 99 fui a tres conciertos que hizo la banda Blow Up en Acatraz, en Avenida Rivadavia… La formación que tocó en Acatraz no es la misma que grabó el CD en el 2008. Pero en los dos casos estaban Oscar, Daniel y Hugo, que eran amigos míos desde la época del secundario. Después de pasar años lejos de los escenarios, se habían vuelto a juntar, y formaron Blow Up con otros músicos, Santiago, Guito y Julián. Hacían covers “clásicos”, vos sabés: Stones, Beatles, Lennon… Hacían “Johnny B. Goode” de Chuck Berry y “Traveling Band” de Creedence… En ese momento quise alentarlos a componer e interpretar sus propios temas. No lo habíamos hablado con Julián, que es sobrino de Oscar y era el más joven de todos, pero mi idea coincidía con su propio proyecto de dejar de hacer covers... Para ver qué pasaba, escribí para ellos la letra de “Baby this is life”. La escribí en inglés porque ellos hacían covers en inglés, y porque me dio ganas, aunque en realidad quería llevarlos a cantar temas propios en castellano.

¿Ellos le pusieron música?
Empezaron a trabajar en una música, pero en el camino decidieron que iban a cantar en castellano y como lo mío estaba en inglés le transfirieron la música a otro tema, “Dulce camarera”, una letra muy linda de Guito. De bronca, agarré “Baby this is life” y la traduje…

¿Fue difícil?
Traducir del inglés al castellano obliga a un esfuerzo de concisión, porque en castellano las palabras y las frases son más largas, y entonces hay que simplificar lo que se dice para que calce en la misma métrica. Y al mismo tiempo hay que tratar de no perder significado. Así nació “Nena así es la vida”. Aunque “Baby this is life” ya había perdido esa música original a manos de “Dulce camarera”, y no podría recuperarla.

¿Y entonces?
Entonces la agarró Julián, y por una de esas razones misteriosas pero afortunadas dijo “esto es un blues”, y compuso la música que “Nena…” tiene ahora. Con el estribillo pasó una cosa rara: yo había escrito dos versiones para que las probáramos y nos quedáramos con una, pero Oscar empezó a cantarlas una a continuación de la otra y quedaron ambas. En el estribillo usé la expresión “una tibia luz” que tomé del tango “Por qué la quise tanto” de Taboada y Mores, del 61. Sabés cuál es, ese que dice “y en el remanso de mi vida fue / una tibia luz…”. Otra peculiaridad es que los dos versos finales son de Oscar, mi letra terminaba diciendo “nena, puede ser que luego / te asalte el dolor de nuevo / y algún alivio te dé / acordarte de mí”. Oscar pensó que la relación que describe la letra era en cierta medida perturbadora para la mina de la historia, porque le cuestiona la forma de vida que lleva. Por eso en la repetición le agregó “...o algún alivio te dé / olvidarte de mí”.

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"Moda retró": Reportaje de SLL

Reportaje a Roberto Imperatore, autor de "Corazón abierto las 24 horas – Cancionero para música popular 2000-2005", Editorial de los Cuatro Vientos, 2007.

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SLL (Soltá La Lengua): Contame cuál es el origen de “Moda retró”, la primera letra de tu cancionero.
Roberto: Por ahí por el año 2000 un amigo decidió hacer una fiesta “retro”. La consigna era ir vestido “onda años 70”. Bueno, me puse a pensar qué disfraz ponerme, lo lógico hubieran sido unos pantalones doble Oxford y algo hippie, una camisa de colores, una vincha, una camiseta teñida. Pero la verdad es que no sabía de dónde iba a sacar eso y encima estaba con la mufa de no tener con quién ir… Llamé a una amiga y tenía un compromiso, después llamé a otra mina y no le gustó la propuesta, me dijo que no iba a encontrar qué ponerse. Entonces se me vino a la cabeza que disfrazarme de “los 70” bien podía ser también ir desnudo, con las manos y los pies atados con alambre, y una veintena de agujeros de bala pintados en el cuerpo. En Argentina, los 70 también fueron eso. Ese pensamiento me tiró abajo el ánimo y no fui a la fiesta. El bajón no se me pasó hasta que no terminé de escribir “Moda retró”.

Fue doloroso, entonces…
Sí, la verdad que sí. Y creo que el estribillo lo refleja, “Moda nostalgia, look retró / llama a la puerta del dolor / llama a la puerta… herida abierta”. Habla de sueños e ilusiones de una época que luego se derrumbaron, algunos en lo colectivo, otros en lo personal.

¿Qué es esa alusión a Lennon y Dylan de la primera estrofa?
Primero a la ópera Hair, al comienzo de la era de Acuario que se anunciaba en Hair: “Vendría Acuario a derramar / desde el cenit amor sobre la tierra”. Después a la utopía de Lennon en “Imagine”: “nos atrevíamos a imaginar / que el mundo iba a ser uno, sin fronteras”. Y luego a “Blowing in the wind” de Dylan: “y a oir respuestas soplando en el viento”. Tres íconos de aquella época en la que yo fui adolescente y luego joven.

¿Quién la musicalizó?
La música es de Julián (Carschenboim), que en el 2000 apenas superaba los 20 años de edad y era integrante de la banda Blow Up. Es un pop-rock. El estribillo es vivaz, con un movimiento pendular, un vaivén casi casi alegre, que contrasta con el dramatismo de la letra y por eso mismo provoca una especie de tensión.
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sábado, 7 de noviembre de 2009

Los niños del Llullaillaco y Natgeo

El 27 de agosto de 2009 el canal de la National Geographic emitió un documental sobre las momias infantiles que se exhiben en el Museo de Arqueología de Alta Montaña de la ciudad de Salta, capital de la provincia argentina de igual nombre. Los llamados "niños-momia" fueron hallados en el 2001 en las alturas del Volcán Llullaillaco de aquella provincia, en asombroso estado de conservación. Antes de poner el documental en pantalla, Natgeo lo propagandizó con profusión, incluso mediante un concurso que premiaría con un viaje de visita al museo a quien justificara con el argumento más original por qué debía ser el elegido. Entretanto, siglos atrás, los tres niños momificados por los hielos también fueron elegidos, con los argumentos de una cultura ancestral, para un sacrificio que probablemente los convertiría en intermediarios entre su pueblo y los dioses. Sacrificados entonces, fueron vueltos a sacrificar cuando su pueblo fue conquistado y avasallado, y su cultura, de la cual ellos eran íconos, fue silenciada y sustituida por otra tanto o más cruel en cuanto a disponer discrecionalmente de la vida humana se trataba. Y son sacrificados nuevamente ahora, arrancados de su elevado sitio de descanso, sometidos a exhibiciones y necropsias. Transcribo a continuación fragmentos de una poesía que escribí al conocerse las primeras noticias del descubrimiento arqueológico. Envié este poema a Natgeo en ocasión de su documental y lo hice circular por algunos foros de la web, entre ellos el propio de Natgeo. Su texto completo ha sido posteado por mi amigo Queima el 28-08-2009 en su sitio "¡Es la gente, estúpido!"

La muerte ritual (Momias del Llullaillaco)
Por Roberto Imperatore, 2001. Fragmentos.
Ver texto completo en "¡Es la gente, estúpido!"

(. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .)
"Porque los niños hablan / la lengua de los dioses
porque su alma es pura / y su cuerpo no está contaminado
fueron elegidos emisarios del ruego de su pueblo."
 
(. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .)
"No queda, ni siquiera / de aquel pueblo los rastros.
Sólo remotos hijos de hijos / de hijos de sus hijos
como parias tratados."

"Qué pasó al fin con los niños / muertos del Llullaillaco:
son apenas objetos, joyas de exhibición
materiales de estudio / para los hombres blancos.
Sus cuerpos pueden ser
manoseados, mancillados / profanados, rentados."

"Y si su sacrificio fue siempre innecesario / ahora,
con su pueblo borrado del rostro de la tierra
es dos veces en vano."

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viernes, 6 de noviembre de 2009

"Corazón abierto las 24 horas": Prólogo


"Cancionero para música popular 2000-2005" - - - Autor: Roberto Imperatore - - - Editorial de los Cuatro Vientos, 2007.

Presentación (Prólogo del autor).

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Integran mi cancionero letras para temas de rock y de blues, de tango y de folclore argentino.Entre 1999 y 2001 sonó en Buenos Aires, con el nombre de “Blow Up”, una banda de rock que por entonces formaban Julián Carschenboim […], Oscar Garrido […], Santiago Mangudo […], Daniel Militano […] y, alternadamente, Hugo Milione, Hernán Schnaider y Xavier Mitjans […]. En una etapa inicial, también Guito Garrido participó de Blow Up.

Desde fines de 1999 trabajé con ellos en la composición de temas musicales cuyas estéticas son la del rocanrol, la del blues y la del pop-rock. Escribí por entonces cerca de una treintena de letras, de las cuales casi la mitad fue musicalizada por Julián, Oscar o Santiago. Estas piezas y las de otros autores de dentro y fuera de la banda integraron los repertorios que Blow Up interpretó en reductos del rock porteño como el Marquee, la Vieja Betty Blues y Acatraz, en los efímeros Radio Bar y Star, en el Nuevo Milenio de Lanús, y en el bar The Road de la calle Niceto Vega. En este último sitio, Blow Up se presentó durante 33 jueves consecutivos a lo largo del año 2001.

Aproveché aquel impulso creativo para reestructurar como canciones un puñado de viejas poesías mías, y escribí nuevos temas para otros estilos de música popular: tangos, milongas, candombes, zambas, un chamamé, una chacarera, un carnavalito, y unos pocos para balada, bolero o canción melódica. El folclorista Franco Delmonte puso música a media docena de ellos. Luis Scarnati lo hizo más tarde con un par de composiciones.

En "Corazón abierto..." he reunido toda esa producción, esté musicalizada o no. Creo que la diversidad de estilos enriquece a este cancionero. Cada género musical tiene su propia estética, que la letra manifiesta en la elección de la temática, el vocabulario, la mayor o menor rigurosidad gramatical, la sintaxis, las expresiones coloquiales y las imágenes poéticas.

Si quisiera, por ejemplo, explicar cuál es la postura estética del rock, diría que expone el paisaje urbano-suburbano y sus personajes, y echa mano a experiencias, situaciones y objetos cotidianos como medio para revelar su ética de inconformismo y búsqueda humana (de afecto, de justicia, de libertad, de comunión). Irreverente y lascivo, el rock empuja permanentemente los límites de lo aceptable, de lo tolerable, hasta de lo decente. Subraya los códigos de identidad de aquella generación, la mía, que lo abrazó y lo “nacionalizó”, tanto como los de las sucesivas generaciones que recibieron y desarrollaron ese legado. Echa mano a un lenguaje coloquial que se parece al hablado, que incorpora incluso referencias a la cultura mediática y del marquismo, pero no soslaya las imágenes, aunque las prefiera descarnadas o provocativas. Las letras que concebí para rock y blues están agrupadas en la primera parte del cancionero.

Para mi gusto, el tango comparte con el rock la vocación por el lenguaje coloquial. Se vale tanto de las expresiones del ineludible argot porteño como de las referencias, necesariamente puestas al día, a la cultura urbana. Con un acervo poético más clásico, el tango se permite y se reclama un mayor vuelo lírico en las imágenes. Y, porque está en sus genes, habla de las pérdidas a las que nos somete el paso del tiempo, de las cuitas del hombre frente a la mujer, de la nostalgia.

Los estilos folclóricos, a su vez, se emparentan con la experiencia del hombre rural, sea en el pago en el que se crió o en el desarraigo que la ciudad le impone. Esa experiencia, “natural” en su origen, autoriza quizás una contemplación existencial más profunda, más cósmica podría decirse, y al mismo tiempo más simple. La profundidad debe estar presente en la lírica del folclore. La simpleza abre paso a lo festivo, a lo picaresco. Todo ello expresado en el lenguaje directo y sentencioso del hombre de campo. El tango y el folclore son los componentes principales de la segunda parte del cancionero.

De cualquier modo, ninguna apuesta estética tendría significado para mí si no la presidieran las emociones, el amor sincero por la cultura popular y, antes, por sus protagonistas. Y si no diera cabida también al juego: unas cuantas de estas letras las escribí jugando. Abrazado a esa esencialidad, no me asusta que mis letras sean tachadas de “vulgares” por lo que dicen, y por cómo lo dicen. Vulgar es, en todo caso, lo superfluo, como nos señala el Indio Solari en un tema emblemático de los Redonditos de Ricota).

Desde ya que la canción es y será considerada por la literatura un género menor, una especie de hermana raquítica de la poesía. A pesar de ello, debo confesar que este cancionero alberga una leve pretensión de poemario.

La gran María Elena Walsh supo decir que vio a su propia experiencia como cantautora “no como un camino para la poesía, sino para el ejercicio de la versificación ligada a la música y después llevada al escenario”. “La poesía como género es otra cosa”, acotaba en un reportaje, “algo que se ejerce en total libertad: de ideas, de forma, de sensaciones, hasta de hermetismo; en cambio una canción tiene que ser más sencilla, más directa […], menos complicada en cuanto a su carga de profundidad”.

Es cierto, no se escribe de igual modo cuando se hace letra para cantar que cuando se hace literatura. Hay sin duda formas poéticas que no son musicalizables, y centenares de canciones sin valor literario aparente. Pero aun así, ¿es justo negar estatura poética a la canción popular? Pienso en obras de Miguel Abuelo, de Luca Prodan, del Indio Solari, de Spinetta, de Baglietto, y de tantos otros autores que contribuyeron a desarrollar una poética para el rock en la Argentina. Pienso en Manzi, Castillo, Discépolo, Blázquez, Yupanqui, Jaime Dávalos, Leguizamón, ejemplos sobresalientes entre los muchos poetas que escribieron piezas memorables de nuestro tango y nuestro folclore. Pienso en la propia María Elena. En los españoles Serrat y Sabina. Ellos son faros que alumbran el camino que, con tropiezos, transitamos quienes venimos detrás.

En lo personal, me interesa que la línea divisoria entre canción y poesía sea —a partir de una definición de poesía despojada de prejuicio intelectual— lo más difusa posible. Si no lo consigo, será por falta de talento, no de vocación.
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jueves, 5 de noviembre de 2009

"Corazón abierto las 24 horas": Índice

"Cancionero para música popular 2000-2005" - - - Autor: Roberto Imperatore - - - Editorial de los Cuatro Vientos, 2007.

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Índice del cancionero.

■ Presentación, pág. 11

Parte 1: Rock y Blues, pág. 15
Moda retró. Pop-rock, 2000. Música: Julián Carschenboim, 2000, pág. 17
Rescatate loca. Rocanrol, 2000, pág. 19
Baby this is life. Blues, 1999, pág. 21
Nena así es la vida. Blues, 2000. Traducción de la versión original en inglés. Música: Julián Carschenboim, 2000, pág. 23
Memories of Roxy. Pop-rock, 1999. Música: Oscar Garrido, 2000, pág. 25
Recuerdos de Roxy. Pop-rock, 2000. Traducción de la versión original, pág. 27
Fichín feroz. Heavy metal, 2000, pág. 29
La noche del apagón. Rocanrol, 1999/2000, pág. 31
Mamita en el pub. Rocanrol, 2000. Música: Julián Carschenboim, 2000, pág. 33
Rock del psicobolche. Rocanrol, 2000, pág. 35
Sissí Todatoda. Rocanrol, 2000. Música: Julián Carschenboim, 2000, pág. 37
Corré la losa. Hard rock, 2000. Música: Santiago Mangudo, 2000, pág. 39
Doménica matina blues. Blues, 2000. Música: Oscar Garrido, 2000, pág. 41
El Indio. Rocanrol, 2000. Música: Luis Scarnati, 2005, pág. 43
El bálsamo. Reggae, 2000. Música: Oscar Garrido, 2002. pág. 45
Manjares secretos. Blues, 2001. Para música de Julián Carschenboim. pág. 46
Pesadillas en el sofá. Funk rock, 2001. Música: Julián Carschenboim, Oscar Garrido, 2002. pág. 48
Tierra de nadie. Hard o punk rock, 2000. pág. 50
Kursk. Heavy metal progresivo, 2000. pág. 52
Quince la niña bonita. Blues, 2000. Música: Julián Carschenboim, 2001. pág. 55
Sacrificios humanos. Hard o punk rock, 2000. pág. 57
Club de los masocas. Rocanrol, 2001. pág. 59
A ellas les gusta. Canción, 2001/2002. pág. 61
Blues de la calle vacía. Blues, 2001. Música: Oscar Garrido y Julián Carschenboim. pág. 62
So silent (To Father George Harrison). Balada rock, 2001. pág. 64
Martín repositor. Rocanrol, 2001/2002. pág. 66
Quiero salir en TV. Rocanrol, 2001. pág. 68
Cuatro pasos. Blues o soul, 2001/2002. pág. 70
Rock de los barrios duros. Rocanrol, 2002. Música: Julián Carschenboim, Santiago Mangudo y Oscar Garrido, 2002. pág. 72
Escenas de Priscilla. Country western, 2001. pág. 74
Silvina enfermera gerontóloga. Rock, 2004. pág. 76
Adiós Añonuevo (Dedicado a las víctimas de la masacre de Cromañon). Rock, 2005. pág. 78
No me pregunto más. Rock, 2005-2006. pág. 80
■ Glosario de la Parte 1, pág. 62

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Parte 2: Tango, Folclore y Canción Melódica, pág. 91
Tarde de domingo. Tango, 1975-2002. pág. 93
Me parece. Canción, alrededor de 1980. pág. 94
El cimarrón. Milonga surera o cifra, 1986. pág. 96
Zambita de un beso más. Zamba, 1998. Música: Franco Nazareno Delmonte, 2003. pág. 98
El naufragio. Zamba, 2000. Música: Franco Nazareno Delmonte, 2004. pág. 100
Milonga del Cantobar. Milonga o tango, 1999/2000. pág. 102
El mismo barrio. Tango, 2000. pág. 103
A mansalva. Tango, balada rock o rocanrol, 2000. pág. 104
El hombre perfecto. Milonga, 2000. pág. 106
El descaminado (Réquiem para el David). Chamamé, 2000. Música: Franco Nazareno Delmonte, 2004. pág. 108
Serás tú. Candombe uruguayo, 2001. Para música de Julián Carschenboim. pág. 110
Que no se diga. Tango o milonga, 2001. pág. 112
Montevideo negra. Candombe, 2001. Música: Oscar Garrido, 2002. pág. 114
Qué cosas. Bolero, 2001. pág. 116
Inocencia. Canción melódica, 1980-2002. pág. 117
Vida de hogar. Balada, 2000/2002. pág. 119
Melodía invernal. Balada, 2005. Letra: Franco Nazareno Delmonte y Roberto Imperatore. Música: Franco Nazareno Delmonte. pág. 121
La huella. Malambo fusión, 2004. Música: Luis Scarnati. pág. 123
El ajo que echa brote en la heladera. Canción melódica, 2004. pág. 125
Chacarera enamorada. Chacarera, 2004. Música: Franco Nazareno Delmonte, 2004. pág. 127
Tierrita y rosita. Carnavalito, 2004. Música: Franco Nazareno Delmonte, 2004. pág. 129
Sin compromiso. Tango, 2004-2005. pág. 131
Final del cuento. Milonga a lo Carriego, canción, tango-canción, 2004. pág. 133
■ Glosario de la Parte 2, pág. 135

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miércoles, 4 de noviembre de 2009

"Corazón abierto las 24 horas"

"Cancionero para música popular 2000-2005" - - - Autor: Roberto Imperatore - - - Editorial de los Cuatro Vientos, 2007.

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"Corazón abierto..." reúne letras para canciones de diversos géneros de la música popular. Tiene a la vez, según reconoce el autor, "una leve pretensión de poemario". Propone que la línea divisoria entre canción y poesía sea lo más difusa posible, a partir de una definición de poseía despojada de prejuicio intelectual. Varias de las letras que integran el cancionero han sido musicalizadas; sin embargo, el libro no incluye partituras.

El cancionero consta de dos partes. La primera de ellas está dedica al rock y al blues. El pop-rock "Moda retró", los blues melódicos "Nena así es la vida" y "Manjares secretos", los rocanroles "Mamita en el pub", "Sissí Todatoda" y "El indio", el heavy rock "Corré la losa", el blues-jazz "Doménica matina blues", el "Rock de los barrios duros", el "Blues de la calle vacía", y "El bálsamo", una fusión de ritmos country y latinos, han sido musicalizados por Julián Carschenboim, Oscar Garrido, Santiago Mangudo y Luis Scarnati. Además, hay en esta sección del libro numerosas letras sin musicalizar. Se destacan entre éstas la estremecedora "Kursk", concebida para heavy metal progresivo, y dos rocks dedicados a las víctimas de la masacre de Cromañon de fines de 2004: "Adiós Añonuevo" y "No me pregunto más".

La segunda parte está dedicada al tango, el folclore y la canción melódica. Tienen música las zambas "El naufragio" y "Zambita de un beso más", el chamamé "El descaminado", los candombes "Serás tú" y "Montevideo negra", el bolero "Qué cosas", el malambo-fusión "La huella", la "Chacarera enamorada", el carnavalito "Tierrita y rosita". Son sus compositores el folclorista Franco Nazareno Delmonte y algunos de los músicos mencionados antes. Las letras para tango, que probablemente encierran los puntos de más alto vuelo poético del libro, no han sido musicalizadas.

Cada una de las partes va seguida de un glosario, donde se aclara el significado de los términos del lenguaje coloquial, del español rioplatense o de ciertos argots específicos. En sí mismos, los glosarios son una contribución de interés no menor; además, facilitan la lectura multicultural del cancionero.

La diversidad estilística enriquece a esta publicación. Cada género musical tiene su propia y particular estética, que la letra manifiesta en la elección de la temática, el vocabulario, la mayor o menor rigurosidad gramatical, la sintaxis, las expresiones coloquiales y las imágenes poéticas.

El autor, Roberto Imperatore, nació en 1952. Aunque escribe desde su adolescencia, al momento de publicar el cancionero se consideraba a sí mismo "un autor de entrecasa", que poco esfuerzo había hecho por difundir su poesía y su narrativa más allá de reuniones de amigos y otros círculos pequeños. A fines de 1999, sin embargo, comenzó a trabajar con músicos en la composición de rock, blues y canciones del folclore argentino. Con la edición de "Corazón abierto..." ofrece las letras creadas en esta etapa a los lectores. Y también a los músicos en general, con la expectativa de encontrar quienes den música a las que aún no la tienen.